domingo, 21 de marzo de 2010

Invierno por siempre


Estaba seca. El invierno secó la fruta, secó la flor y poco faltó para llegar hasta la raíz. Ese tiempo, como una fábula, fue más extenso que unas semanas, más fueron meses, casi años. El frío borró cada vestigio de color, de calor. El olvido la invadió.

Y como en un cuento de hadas, un intento del nuevo sol quiso acercarse. Al principio no lo percibió. Había olvidado ese sentimiento. El nuevo sol quiso traer la primavera, quiso entrar, romper el hielo.

No fue fácil, necesitaba llegar hasta la raíz, la única parte aún viva. Con cada día el nuevo sol se acercaba más y la raíz poco a poco, empezó a sentir el calor. Por capilaridad llevó ese sentimiento por su tallo y quiso que se transmitiera hasta sus hojas. Se ilusionó de nuevo. Se imaginó llena de flores y frutos, sonriendo y moviéndose al ritmo de la brisa primaveral.

Pero como el tiempo es imprevisible muchas veces, el sol no se quedó el tiempo necesario para su renacimiento. Nuevas nubes cubrieron su cielo. La confusión llenó la extensión de su tallo y poco a poco alcanzó de nuevo a sus raíces.

Las ilusiones de ver crecer sus flores e imaginar sus frutos se volvieron absurdas. Pensó ilusioria su inocencia, cómo pudo caer de nuevo tan fácil! Se sintió engañada. Sin importar si ya no era invierno, se sumó en el suyo propio, sin hacer caso a ningún nuevo sol que intento acercarse a su raíz.

El tiempo la llevó a secarse por completo. Murió una tarde de verano. Fría por dentro. Nadie comprendió cómo el calor a su alrededor nunca logró tocar lo más profundo de su ser. Cómo no disfrutó de la belleza del verano que la rodeaba!

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